Durante los últimos 7 años, Outside The Lens se ha asociado con el Departamento de Estado de Estados Unidos y el Festival de Cine del Mediterráneo para presentar la Escuela del MFF, un taller de cine narrativo y documental de 10 días de duración celebrado en Široki Brijeg (Bosnia-Herzegovina), donde los estudiantes presentan, escriben, producen y editan películas que se proyectan en la noche inaugural del festival.


"Mis momentos favoritos en el plató son esos pocos segundos de silencio entre la 'tranquilidad en el plató' y la 'acción'. Es como si el tiempo se detuviera y estuviéramos listos para crear". Katarina, una de nuestras estudiantes de cinematografía, reflexiona sobre su sensación más memorable en el plató. Hay algo increíblemente mágico en esos momentos, cuando estamos juntos viendo cómo algo cobra vida ante nuestros ojos. Es un honor y un privilegio trabajar, aprender y crear junto a los más de sesenta estudiantes, mentores y educadores que han formado parte del programa de la Escuela del MFF a lo largo de los años.
Mi propio camino en la educación comenzó cuando se inició este programa. En 2012, un embajador del Departamento de Estado de Estados Unidos me preguntó si me gustaría venir a impartir un taller de cine para jóvenes en el Festival de Cine Mediterráneo de Široki Brijeg (Bosnia-Herzegovina). Acepté inmediatamente la oferta a pesar de no tener experiencia docente previa.
Para mí fue una especie de vuelta a casa. Era la oportunidad de volver a un país en el que había vivido y trabajado de 2007 a 2010 en Mother's Village, un orfanato para niños cuyas familias ya no podían cuidar de ellos. Allí recibí lo que considero mi educación más importante: una escuela de vida y amor en muchos sentidos. Era un lugar seguro donde se aceptaban la comprensión, la conexión y las diferencias. Donde se defendía la lucha. Donde se celebraba la creatividad. Y lo más importante, donde el amor estaba inextricablemente entretejido en la simplicidad de nuestra vida cotidiana. La Escuela del MFF fue una invitación inesperada a convertirme en educadora y artista, aunando mi pasión por el cine con estas lecciones especiales aprendidas.
El día que dejé Mother's Village para hacer un máster en producción cinematográfica en la USC, recuerdo que salí por la puerta de atrás de nuestra casa y, con lágrimas en los ojos, me volví para echar un último vistazo al lugar al que llamé hogar durante esos tres años. En su crudo tono croata, una de las monjas con las que había estado trabajando me dijo: "Querida, hoy sales por esa puerta mucho mejor que cuando entraste". Me fui a Los Ángeles, sin saber que volvería muchas veces más, no sólo por esa misma puerta, sino hacia nuevos horizontes, ampliando mi labor creativa como cineasta y educadora en Bosnia-Herzegovina y otros lugares.
Sus palabras de aquel día siempre me han acompañado. Están en el centro de cada comunidad, aula y entorno de aprendizaje que visito. Son sencillas: Mi esperanza es que tanto los educadores como los alumnos salgan por la puerta mejor de lo que entraron. Esa transformación puede adoptar muchas formas y tamaños, pero este sencillo planteamiento sigue siendo la estrella polar de mi proceso creativo.
La Escuela MFF se ha convertido en una expresión visible de esta filosofía, pero sobre todo en mi mejor maestro. Me ha desafiado a satisfacer las crecientes necesidades de diversos estudiantes y mentores, a adoptar una tecnología de cámara y producción en constante evolución y a superar los límites de la narración cinematográfica. Me ha enseñado a asumir riesgos a todos los lados de la cámara y a confiar en la belleza del proceso creativo.


Barbara Bubalo, estudiante de dirección, escritura e interpretación en el programa durante cinco años, y mentora de escritura durante los dos últimos, resume su experiencia: "Hicimos algo, creamos algo, y es bueno".
Esta es la esencia de la narración. Es en la exploración donde llegamos a nuestro destino. Nuestros jóvenes buscan a menudo un lugar al que pertenecer, un lugar al que llegar a casa. Podemos crear este lugar para ellos no sólo en la producción en el plató, sino en las aulas, los centros comunitarios y los cines de todo el mundo.


Creo que todas las voces importan.
No podemos esperar ir a las comunidades y contar las historias de los demás, sino que debemos dotarles de las habilidades técnicas y artísticas necesarias para decir su propia verdad. Me encanta formar parte del equipo de Outside The Lens: acercar las cámaras a las vidas de jóvenes de familias de refugiados, inmigrantes, con bajos ingresos y militares, así como a personas con discapacidades del desarrollo, a quienes se identifican como LGBTQ y a quienes se ven afectados por la falta de hogar, la violencia doméstica y el sistema de justicia juvenil. Todos tenemos algo en común: Todos necesitamos que nos vean.
Desde capturar un momento del tiempo en una fotografía hasta hacer una película que nos desafíe a ver una nueva perspectiva, el fotograma puede hablar más alto que las palabras. La cámara tiene un poder inmenso. El poder de buscar. El poder de encontrar. El poder de contar.
Las historias despiertan en nosotros una curiosidad ilimitada por la condición humana. Todos somos autores de nuestros propios viajes. A través de cada victoria y fracaso, ganancia y pérdida, cada uno de nosotros va componiendo una compleja narración. Estas historias nos pertenecen como individuos, pero juntas forman el magnífico colectivo que llamamos humanidad.

Emprendiendo este viaje narrativo junto con nuestros alumnos y cocreadores, todos podemos llegar a casa.
No sólo somos capaces de desvelar relatos del pasado, sino que, lo que es más importante, trabajamos para crear relatos que hablen de un futuro mejor. Creando y colaborando unos con otros, podemos reimaginar, remodelar y rehacer nuestro mundo para convertirlo en un lugar mejor. Cuando miramos juntos a través del objetivo, podemos ver el mundo no como es, sino como queremos que sea.